Tengo 31 años y dos hijos. Tuve un embarazo gemelar buscado, pero en pocos meses empecé a sentirme cada vez peor anímicamente, sin saber exactamente por qué.
Durante la gestación tuve varios accidentes. Ahora los veo como gritos de ayuda. Bebía mucho alcohol solo para vomitar, por lo mal que me sentía emocionalmente. Mi marido estaba mucho de viaje y yo pasaba mucho tiempo sola en casa. Tuve varias caídas, me torcí el tobillo, solo deseaba no estar embarazada por lo mal que me hacía sentir tanto física como emocionalmente. Tomaba hierbas e infusiones con carácter abortivo en ayunas, hacía exceso de esfuerzo y deporte. Solo quería acabarlo y volver ser la de antes.
Nunca había tenido problemas de depresión ni nada parecido. Intenté buscar ayuda. Fui a un psicólogo especialista en perinatal, pero no supo ayudarme. Había empezado el seguimiento del embarazo en un hospital privado, pero no tenía un ginecólogo de confianza así que cambié a la salud pública. A la primera visita con las matronas me notaron rara y ya me derivaron a salud mental. Sin embargo, en todo el embarazo pude ver al psicólogo de la Seguridad Social dos únicas veces. ¿Cómo se puede ayudar a alguien así?
No tuve ninguna complicación en el embarazo, todas las analíticas fueron perfectas, pero al ser un embarazo gemelar, siempre me clasificaron «de riesgo» y esto me producía inquietud.
Busqué y contraté una doula. No volví a ver ningún ginecólogo más de dos veces, me sentí siempre mal con todos, siempre salía llorando de las citas así que volví a la sanidad privada.
Finalmente todo acabó en una cesárea en un hospital privado a las 38+5 semanas en julio 2022. En el hospital no quise levantarme después de la operación. No quería vivir. No quería confrontar la vida después de lo que me habían hecho. Nadie se molestó. Las enfermeras cambiaban de turno en turno. Me decían que debía levantarme y pasaban a otra habitación. Deseaba que me ingresen en un psiquiátrico para no tener que confrontar la realidad de que me habían sacado dos bebes a la fuerza y violento mientras yo gritaba socorro muerta de pánico atada en cruz en un quirófano.
Sufrí mucha violencia obstétrica y acabé con estrés postraumático. Lo manifesté en el hospital, donde al darme de alta me consultó un psiquiatra por teléfono, y en menos de 5 minutos ya me había diagnosticado depresión postparto y ya me había hecho una receta de antidepresivos. Sin cita de seguimiento, sin nada más me fui a casa, con un malestar terrible.
Mi pareja y su madre se ocuparon de los dos bebés durante varias semanas. Ella se mudo a vivir a mi casa durante varios meses, mientras yo deambulaba en otro mundo, con mucho miedo de que estaba volviéndome loca. Por suerte mi doula fue la clave para que empezara a cuidar a los bebés poco a poco. Vino todos los días al hospital y luego a casa. Sin ella estoy segura de que hubiera acabado mucho peor.
La siguiente cita que tengo programada con la psiquiatra de la Seguridad social será en julio, un año después del parto.
Entre septiembre y diciembre fui por mi cuenta tres veces a una psicóloga privada. Ella me recomendó subir la mediación, me veía mal, pero «dentro de lo normal», según ella. Le pregunté si había algo aparte de la medicación que podía hacer para recuperarme, porque no quería subir la dosis. Me dijo que no.
Entre enero y febrero de 2023 tuve varios ataques de pánico, tuve mucho miedo de mí, pensé que iba a hacer daño a alguien (a los bebés o a los médicos que me maltrataron). Desesperada busqué ayuda de mi doula (que también es psicóloga de formación) y ella me recomendó probar hipnosis o EMDR. Actualmente me estoy viendo con ella cada dos semanas para intentar mejorar, pero me considero en el proceso aún.
En todo este tiempo he echado de menos apoyos. No tenía apoyo de mi madre o de mi familia, viven muy lejos. Además, la relación con mi madre es complicada.
Siento que sólo he necesitado importarle a alguien, que dejaran de decir que estaba mal pero «dentro de lo normal».
Anónimo